Echar de menos

Creo que estoy aprendiendo a diferenciar entre echar de menos y tener ganas. Y que hay pocas cosas que te acerquen más a la libertad.

Quizá porque, hace tiempo, lo mismo que me impulsó a volver a sentir para sobrevivir me requiere ahora que deje de hacerlo. Con el mismo propósito. Por otro tiempo.

O quizá porque realmente nada importa mucho ya. Porque nunca nada importó tanto más allá de las fronteras de nuestro propio mapa mental.

También estoy aprendiendo, o lo intento, a ver como un regalo lo que aún siento como un precio. Y me pregunto dónde está la delgada línea entre elegir y no elegir cuando decides ciertas cosas para poder seguir viviendo.

Porque en esos momentos, si de verdad te escuchas, no eliges tú. Ni, en definitiva, sientes que estés pagando un precio. Te tomas como un regalo todo lo que el Camino te sigue ofreciendo, que deja de ser bueno o malo. Lo ves con otros ojos porque por fin estás despierto.

A veces me pregunto qué es echar de menos. Y cuanto más me lo pregunto, menos echo en falta y más ganas tengo. Me pregunto también si uno puede echar de menos lo que no pasó ni pasará nunca. O si lo hace solo quien sigue viviendo en sueños.

Lo único que saco en claro es la sensación. De que algo te falta, de que su esencia te llama, de que sois dos olas de la misma agua. Y entonces entiendo que solo te echo de menos a ti, cuando estamos lejos.

#esgritos

El otro barrio

El otro barrio. ¿Sabéis dónde es?

Hace un año casi me mudo. Pocas semanas después de que me diagnosticaran cáncer, soplé las velas más raras del mundo: ¿y si eran las últimas?, me pregunté.

Qué duro.

Hay cosas en la vida que uno, para no derrumbarse, elige no sentir. O lo elige, o no puede, porque en ese momento hay demasiado en juego. Como en un tiro libre o un penalti… eterno.

Decía que casi me mudo. Supongo que, conociéndome, me dije: ya puestos…, pues celebro los treinta y dos a lo grande. Por si este cumple es el último.

Así que me fui de fiesta. No escatimé en gastos: ambulancia con sirena, más pruebas para mí sola, operación de urgencia. Que no se diga que me he ido sin ver un quirófano, por favor. Calmantes en vena, gran surtido de antibióticos, morfina y algo más gordo. Al final pagué cara la juerga.

Nunca he tenido resaca, lo juro. Pero no puede ser peor que eso. Aunque por suerte no recuerdo mucho. Lo justo: shock séptico.

Hoy vuelvo a ver ese suelo, del que me alcé otra vez no sé cómo, y solo puedo sentir un profundo y estremecedor agradecimiento. Soy incapaz de contar todas las manos que me sostuvieron en aquellos momentos, desde la ambulancia hasta que me dieron el alta, pero sé que fueron muchas (y las que me quedan y me quedaban). Todavía las siento porque aún me acompañan.

Hoy recuerdo como puedo esa uci en la que pasé tres días o cuatro y pienso en la suerte que tuve y que tengo. No quiero ni imaginar cómo estará ahora aquello.

Hoy, en pleno confinamiento, me digo que la libertad está dentro, y cada célula de mi cuerpo agradece los veintidós días que pasé allí metida, sin que me diera el aire. Esa línea, la del suelo, era la frontera con «la otra dimensión», la del ala opuesta a la de mi encierro. El día que bajé andando hasta el sótano (¡¡en pantalón!!) fue mi mayor éxito.

Hace un año visité el otro barrio, pero me queda muy lejos (espero). GRACIAS, Hospital Clínic y Hospital de Mataró, por traerme de vuelta a casa. Y a todo el personal sanitario. Quién quiere héroes teniendo HUMANOS. #GRACIAS❤

#esgritos

Cáncer

Hoy hace un año que me diagnosticaron cáncer. La historia da para mucho; no lo dudéis: la compartiré.

No soy de dar consejos, pero en esta ocasión lo haré. Si puedo ofrecer algunos después de casi no contarlo, me quedo con tres:

1. Gestiona adecuadamente tus emociones siempre. Y si no sabes, aprende.
2. Sé coherente con tus valores y con lo que eres.
3. Haz lo que haga falta para recordar (si lo has olvidado) lo que de verdad te mueve.

En un concepto y dos palabras, educación emocional. LA EDUCACIÓN PARA LA VIDA ES FUNDAMENTAL.

Si puedo dar una receta (la mía) para salir adelante, probablemente esta sea la base. Con un añadido importante: date cuenta de que nada, absolutamente nada, es tan grave. Ni siquiera morirse. La vida seguirá aunque no estés; procura ser mientras estás, porque esa será la huella que dejarás. Al final serás aquello por lo que te recordarán.

Toda enfermedad es una lección de humildad tremenda; estamos aquí al servicio de la vida, y si algo tenemos que hacer es dejar que se exprese nuestra esencia. Volver a escucharla y sentirla me ha salvado la vida; ¿cómo no voy a compartirla?

Toda vuestra; toda mía.

Míriam

#esgritos

GRITAR

Por la impotencia. Por el dolor. Por la tristeza.

Por todas las cosas que nunca tuviste que soportar.

Por quien creías que eras y nunca fuiste.

Por todos los nudos por desatar.

Por cada pinchazo sentido. Por cada gemido.

Por todo aquello que diste a fondo perdido. De corazón, directo al olvido.

Por el dolor compartido y no reconocido.

Por el rechazo, el menosprecio y la manipulación.

Por la autoexigencia aprendida. Por la frustración.

Por los ecos que siguen haciendo mella en lo más profundo de tu corazón.

Por la injusticia. Por la locura perdida. Por la sumisión.

Por cada una de las renuncias que nunca elegiste.

Por las personas que no mereciste.

La solución a lo indescriptible es GRITAR.

POR LO QUE ENTONCES CREÍSTE.

POR LO QUE NUNCA ESCRIBISTE.

POR LO QUE TOCABA Y NUNCA EXIGISTE.

Y VOMITAR.

Devolver todo aquello que nunca debiste aceptar.

Reconocer que no es tuyo. Que no te corresponde. Quitártelo de encima. Morir un poco más.

Renunciar. A todo lo que te pudo matar. Decirte ya basta. Lanzarlo al vacío. Y saltar detrás. Sin olvidar cuánto te ayuda GRITAR.

GRITAR POR TODAS LAS VECES QUE TE OBLIGASTE A CALLAR.

POR LO QUE ESCRIBES Y NO PUBLICAS.

POR SER COHERENTE CON LO QUE REIVINDICAS.

¡JODER! POR
NE
CE
SI
DAD.

GRITAR POR LOS HUEVOS DE SUBIR ESTA FOTO. PORQUE NO TE MERECES UN CORAZÓN ROTO.

VACIARTE. EXTINGUIRTE. RECOMPONERTE. Y RESPIRAR.

Gritar tantas veces como haga falta solo por atreverte. Por saberte libre. Y por reconocerte.

Cuando no sepas decirlo, GRÍTALO. Pero no te lo quedes.

#esgritos

Elijo el camino

Si tengo que quedarme con algo…,

… me quedo con que respiro.

Con las ilusiones. Con los retos, siempre superados. Con todos y cada uno de los pasos de mi camino.

Me quedo con los amaneceres, con las idas y vueltas paralelas al tren. Con los faros, las estrellas y las noches en vela. Con esas ganas tranquilas de volverme a ver.

Me quedo con las playas salvajes, con las tardes de oleaje y los silencios que hablan. Me quedo en los puertos, con las gaviotas, en la orilla. En el océano y en el mar.

Me quedo con todas las veces en que sentí que fallé. Porque por todas ellas aún fue más bonito perdonarme después.

Me quedo con el amor infinito, la incondicionalidad y el sacrificio. Con la lealtad de quien no tenía por qué quedarse y lo hizo. Porque ya se había ido y volvió. Por su calor, su mirada y su nobleza de corazón.

Me quedo con quien no quise que estuviera y estuvo. Con haber aprendido a dejarme querer. Con un amor que desde ese lado nunca experimentaré.

Me quedo con el refugio que se me brindó cuando la tierra se abrió bajo mis pies. Con el cuidado de quien mejor me conoce y me lo da todo sin dejar de ser él.

Me quedo con todas las llamas que me alumbraron, con las manos que me tendieron y con las fuerzas que me sostuvieron. Me quedo con todo lo que me hizo daño porque solo entonces sané.

Me quedo conmigo, por ser lo más fuerte e increíble que he conocido.

Y me quedo contigo. Por haber aparecido y haberme invitado a volver a creer. Por acogerme y comprenderme como yo aún no sé hacer.

Si tengo que quedarme con algo, elijo el camino. Y elijo seguir caminando conmigo, siempre, hasta el atardecer.

#esgritos

Por ti

Por ti.

Porque nadie entenderá quién eres ni lo que significas para mí.

Que uno puede hacer el camino más largo y difícil sin cambiar de lugar.

Que mirar a la muerte a los ojos y renunciar a tenerte es lo más duro que he vivido jamás.

Porque llegaste sin avisar cuando más me hacías falta… y aquí estás.

Aquí estamos. Otra vez. Como si el tiempo se hubiese congelado y no hubiese un ayer.

Como si el mañana quedara demasiado lejos como para poderlo ver.

Como si nada hubiese pasado, y a la vez…

Por todos los gritos ahogados, las lágrimas encharcadas y los abrazos que nunca te daré…

Por todas las lecciones de vida que nos quedan por aprender…

Por todos y cada uno de los caminos que quedan por recorrer…

Y a la vez…

Por todas las veces en que dudaron de ti y de lo que podías ser.

Por todos los reproches, todos los insultos y las envidias que despertaste siempre sin querer…

Por todos aquellos que nunca creyeron en lo que ES.

Hoy sigues caminando, me llevas de la mano y ya no tengo miedo porque sé…

… que tú fuiste el principio y serás siempre el fin.

… que no hay nada que deba hacer.

… que mientras esté contigo no hay dudas ni miedos porque tú siempre sabes el qué.

… que todo lo que me llegue de tu mano estará siempre bien.

Porque tú me enseñaste

a confiar
a creer
a amar
a saberme lo suficientemente fuerte para volver a andar
a abrirme a la vida como nunca jamás

Porque contigo VIVO.

Porque yo DECIDO.

Porque aquí SIGO.

Y porque sigo CONTIGO.

Porque llevo dos copas de vino. Si no, jamás me atrevería a publicar esto aquí.

Camina contigo siempre. Que yo caminaré por ti.

#esgritos

Te recuerdo así

Te recuerdo así.

Árido. Abrupto.

Seco. Sin escrúpulos.

Directo. A lo tuyo.

Levantando polvo. Ensuciando el mundo.

Invitando a un rumbo que ni tú sabías seguir.

Despistando. Jugando. A adivinar el sentido. A las contraindicaciones. A los tiempos muertos. Perdidos.

Te recuerdo como si fuera ayer. Como lo que un día fui.

Un camino al abismo.

Una cuesta infinita.

Una caída libre.

Un directo sin guantes.

Un duelo por mí.

Te recuerdo y me sale odiarte. Gritarte que no me llevaste a ninguna parte. O a ningún lugar al que quisiera ir.

Te maldigo y me odio. Por haberme resistido a amarte. Por no entender que tenía que pasarte. Que tenía que pasar por ti.

Para sentir. Para entender. Para vivir.

Para morir y renacer luego.

Para aprender a agradecer que sigo aquí.



Te recuerdo y ya no quiero soltarte. No puedo. Porque formas parte de mí.

Sin ti no sería hoy así. Por difícil que hayas sido. Por lo duro. Por lo temido.

Precisamente por eso te doy las gracias. Porque gracias a ti, hoy camino conmigo. Y camino por ti.

#esgritos

Cómo decírtelo

Cómo decírtelo con palabras tan gastadas:

«Por favor».
«Quédate».
«Te quiero».
«Gracias».

No es justo. No bastan.

Si pudieras responderme, me dirías: «No hace falta». Y tendrías razón.

Tanta como cuando me dijiste: «Se acabó». Sin rencor; sin odio. Con todo ese amor que no sé de dónde sacas.

No sé quién sintió más dolor, si tú o yo. Por suerte, no nos enteramos.

Me dijeron que te sacaron. Que ya no ibas a volver.

Lo sé: fui yo quien lo consintió.

Lo siento: no supe defenderte.

Me odio: te ataqué yo.

Aun así, solo supiste quererme. Darlo todo. Cuando ya no había opción.

Al final tuviste que irte. Pero antes hicimos las paces.

«Ríndeme homenaje», me imploraste.

«Dime cómo», rogué yo.

«Por todo el que ya nunca daremos juntos…, sé amor».



Cómo contarte que nunca he dado tanta vida. Aunque ya no lo pueda sentir.

Cómo explicarte que sigues conmigo aunque ya no estés en mí.

Cómo decirte que si hoy todo tiene sentido es por y para ti.

Por eso camino conmigo. Para contártelo.

Por los que ya no podrán ni pudieron. Cada vez que uno se va, algo de mí va detrás.

Por los que saben de lo que hablo. Porque sin ellos no lo habría logrado.

Para cumplir lo que te prometí. El día que me pregunten cómo, solo daré una pista:

«Camina contigo. ¡Haz el click!».

#esgritos #GRACIAS

La fuente

Hay un vacío que nunca se llena.

No puede señalarse. Pero se siente. En el pecho. En la garganta.

Es el vacío de lo que nunca sentiste porque no se te dio. El de lo que reprimiste porque cuando lo diste no se aceptó.

Es un vacío que te absorbe el alma. Como un agujero negro que nunca se sacia.

Luego hay otro vacío. Está en las entrañas.

Ese puede señalarse. Pero no todos lo sienten. Es una herida abierta, y no sabes cómo cerrarla.

Hay vacíos que nunca se llenan, y menos aún a la fuerza.

Hay vacíos que son ausencias. De ti mismo. De tu esencia.

Hay un vacío, uno, que en realidad está lleno. De abundancia. De presencia.

Lo sientes vacío porque se llena al dar. Cuanto más das, más eres. Cuanto más eres, más tienes por dar.

Hay un vacío que solo sientes cuando no estás contigo. Cuando caminas solo. Cuando te das por perdido.

Y luego hay una fuente.

Hay una fuente de amor inagotable que te brota de dentro. Y te ayuda a encontrarte.

Cuando bebes de ella, lo sientes todo:

Lo que te negaron.
Lo que te negaste.
Lo que te hicieron creer que no merecías.
Todas las veces que te castigaste.

Es la fuente que sacia todas las sedes. Es la fuente de los amaneceres.

Por beber de ella, te vas al fin del mundo. Una vez. Dos veces. Del derecho y del revés. Y bebes.

Bebes hasta emborracharte. De océano en la playa. De felicidad en tus lágrimas.

Entonces solo quieres beber. Beberte sin esperar a tener sed. Acudir a la fuente una y otra vez.

Y te prometes beber y ofrecer lo que en realidad eres, y lo que mereces: autenticidad, integridad. Ser.

Hay un vacío que se desvanece cuando lo reconoces. Cuando lo aceptas. Cuando lo integras.

Hay un vacío que nunca se llena porque no existe. Como un fantasma, solo está en tu cabeza.

#esgritos