Míriam

Queridos Reyes Magos:

Este año y para el resto de mi vida me pido volver a ser Míriam.

La Míriam niña, de cuando nada dolía. La que sabía lo que quería e iba a por ello: no preguntaba. La aventurera, lanzada, intrépida. La que salía a explorar, devoraba atlas, pedía diccionarios, leía hasta las tantas, bailaba y jugaba y soñaba despierta. La reportera y editora inédita. La que creía en cada paso que daba. La Míriam que ahora me tira de la manga cada vez con más fuerza e insiste sin tregua: «¡¡¡Mira!!! Era así. ¿¿¿Te acuerdas???».

La Míriam joven, que logró desplegar las alas y tomó conciencia de su envergadura por vez primera. La que empezó a viajar, a tender puentes, a saberse sabia. Habiendo aprendido de cosas que marcan. La que se cortó el pelo. La que despegó y voló a ras de suelo. La que conoció el océano. La que salió de sus mapas. La que emprendió echando ganas al miedo. La aprendiz de autónoma y adulta en prácticas.

Y, sobre todo, la Míriam mujer: la que se eligió. La que se atrevió a saltar a tiempo de aquel avión para volar con sus propias alas. La que se estrelló. Pero caminó. Y se entregó a la playa. La que me tendió la mano sin desfallecer cuando no hubo NADA. La que me abrazó cuando toda yo me desmoronaba. La que me enseñó a enseñar los dientes cuando hiciera falta. La que me parió y despedí en la cama del hospital con un «Ya pasó. Mereció la pena. Gracias…».

Os pediría la lotería (bienvenida es), pero ya la gané: estoy VIVA y BIEN. Me lo agradezco TODOS los días. Solo me pido ser yo: en las buenas y en las malas. Con todas mis capas, porque soy las tres: niña, joven y mujer. No sé qué hay después, pero ahora hay un antes. Siento que viene lo real: el durante.

Queridos Reyes Magos: he sido buena 34 años. Los que me queden voy a ser mejor: preparad el carbón. Yo lanzo el guante.

#esgritos