Una de las cosas más fascinantes de tomar decisiones «insólitas» son las ondas expansivas de la colisión. Con los esquemas mentales propios, primero, pero especialmente con los de las personas a tu alrededor.
Que me haya mudado «al culo del mundo» (según lo ven algunos; ni de lejos para mí…) despierta dudas existenciales diversas entre quienes me rodean. Y aunque cuesta no tomárselo a la tremenda porque tú también tienes tus dudas, por supuesto, algo en ti lo tiene tan claro que solo lo puedes saborear. Así que observo, escucho y me río (mucho) de las preguntas que suelen hacerme, que coinciden, generalmente. No es una risa burlona: es de una ternura bestial.
✔ Sí, sé adónde me voy.
❌ No, no es por trabajo.
✔ Sí, es por amor. A mí misma.
❌ No, no me da miedo irme sola.
❌ No, no me voy a aburrir.
🤔 Puede pasarme cualquier cosa esté aquí o en Barcelona. No por ello voy a dejar de vivir. 😉
🦄 No, diría que la tramontana no puede volverme más loca.
🙃 No sé si echaré en falta cosas; me puede todo lo que tengo por descubrir.
Solo hay una pregunta, una, que me descoloca. Y no porque no tenga respuesta, sino porque ya no la puedo entender.
«¿Y te vas para siempre?».
Hace tiempo que mi relación con el «siempre» ha cambiado profundamente. Pero el cáncer le ha dado la vuelta de tuerca final.
No lo concibo. Ya no concibo el «siempre». Soy incapaz.
Quizá porque he visto tan de cerca la muerte que todo me parece efímero, y he vivido tantos cambios (no solo por la enfermedad) que pensarme mucho más allá del presente me parece ridículo. Hago planes, tengo proyectos, pero vivo casi al día. Y me dejo llevar, porque hoy estoy aquí y mañana, quién sabe.
Quizá ya no concibo el «siempre» porque me reconcilié con la muerte, y no necesito un lugar al que anclarme para poder escapar. Quizá con el «siempre» buscamos eso: la eternidad. Como dice Eckart Tolle, «siempre es ahora». La eternidad es presente. Si quieres vivir eternamente, vive hoy. Es todo lo que la vida puede ofrecerte.