Dejar a alguien

«¿Cómo puedes dejar a alguien si nunca lo has tenido?».

En el Camino se dan encuentros de todo tipo, que en cualquier caso comparten una bendición: cada uno es consciente de que está de paso. De que igual hoy nos vemos y mañana no. Y es una bendición porque las relaciones que se dan se viven sin máscaras y totalmente en presente: se sabe que ese es, quizá, el único momento que se compartirá.

Mientras caminas saludas a decenas de peregrinos. Pero solo unos pocos te acompañarán. Unas horas; varios días; puede que incluso semanas. Sea como sea, aparecen cuando hace falta. Siempre hay algo que aprender y otro tanto que enseñar en ese momento preciso. Forma parte de la magia; no se puede explicar.

La lección que uno suele llevarse es grande: que al final caminamos siempre con nosotros mismos, y que los demás solo están ahí para sumar. El resultado son, aunque más o menos efímeras, relaciones en las que nos permitimos mostrarnos tal cual. Y en las que inesperadamente te encuentras con ese extraño o extraña como si estuvieras en casa. Quizá porque el extraño o la extraña habitualmente eres tú al no dejarte llevar.

A veces basta compartir una tarde, una lluvia, unos acordes o una playa para rencontrarse con uno mismo a través de otro. Y lo mejor es que te despides sin dramas, sabiendo que el Camino sigue y que te brindará cada vez más momentos así. En definitiva, contigo; para ti.

Yo también dudo que se pueda dejar a alguien por la lógica aplastante de que no es posible tenerlo antes. Pero sé que se puede dejar huella en los demás, y que al final somos el camino que recorremos y por el que invitamos a pasar.

(Thanks again, A. 🙏🙃).

#esgritos