Creo que estoy aprendiendo a diferenciar entre echar de menos y tener ganas. Y que hay pocas cosas que te acerquen más a la libertad.
Quizá porque, hace tiempo, lo mismo que me impulsó a volver a sentir para sobrevivir me requiere ahora que deje de hacerlo. Con el mismo propósito. Por otro tiempo.
O quizá porque realmente nada importa mucho ya. Porque nunca nada importó tanto más allá de las fronteras de nuestro propio mapa mental.
También estoy aprendiendo, o lo intento, a ver como un regalo lo que aún siento como un precio. Y me pregunto dónde está la delgada línea entre elegir y no elegir cuando decides ciertas cosas para poder seguir viviendo.
Porque en esos momentos, si de verdad te escuchas, no eliges tú. Ni, en definitiva, sientes que estés pagando un precio. Te tomas como un regalo todo lo que el Camino te sigue ofreciendo, que deja de ser bueno o malo. Lo ves con otros ojos porque por fin estás despierto.
A veces me pregunto qué es echar de menos. Y cuanto más me lo pregunto, menos echo en falta y más ganas tengo. Me pregunto también si uno puede echar de menos lo que no pasó ni pasará nunca. O si lo hace solo quien sigue viviendo en sueños.
Lo único que saco en claro es la sensación. De que algo te falta, de que su esencia te llama, de que sois dos olas de la misma agua. Y entonces entiendo que solo te echo de menos a ti, cuando estamos lejos.
#esgritos