Un día llegas. Sin que lo decidieras. Aunque nadie haya ido a buscarte. Y te quedas.
Ríes, lloras, descubres, exploras, creas. Sientes. Aprendes a comunicarte. Creces.
Un día ya andas. Al otro, vas en bicicleta. Te sacas el carné. Te vas a vivir fuera.
Un día te das cuenta de que eres una farsa. De que ya no te cuelas. De que no te recuerdas. De que te haces mucha falta.
Un día decides. Que ya basta. Te pesa la vida. ¿Para qué te engañas?
Un día te plantas. Te rindes. Te lanzas. Al otro, lo asumes: sin ti no hay nada.
Un día te pierdes. Te hundes. Te largas.
Una noche, te matas.
Escarbas, escarbas, escarbas. Cavas tu propia tumba. Te tiras dentro. Casi no respiras. Te asfixias. Hasta que un día… te salvas.
Al otro, escupes. La tierra, el vacío, la nada. Toda la mierda que llevas dentro. Esa que nunca sacas.
Un día enfermas tanto que casi no lo cuentas. Entiendes que tu cuerpo te habla. Que te está gritando. Y lo haces a la fuerza, pero paras.
Un día descubres que las heridas más graves no dejan cicatriz. Pero te marcan el alma. Al otro te das cuenta de que no eres culpable de nada.
Un día firmas una despedida para seguir viva. Y no sabes cómo, pero te das a luz.
Un día te amas.
Un día, de repente, llegas por enésima vez a Santiago sin moverte de esa cama. Otro, al bañarte en la playa. Otro, al desinfectarte las heridas. Otro, al sentirte AGRADECIDA.
Un día, todo cobra el sentido que parecía perdido.
Un día, tu mundo encaja. Porque nunca hubo piezas. Porque nunca fue un puzle. Porque donde veías un rompecabezas solo había un mapa.
Un día comprendes con el corazón que ser feliz no es una opción: es lo que te llama.
Un día respondes a esa llamada.
Un día dices sí y sucede la magia. Al otro, un clic te cambia la vida. El Camino sigue dándote lo que necesitas. Y no lo cambias por nada.
Un día no hay más días. Un día es el día. Y ese día siempre es hoy.
Ese día te dices: «Bienvenida».
Eres tú. Te esperabas.
#GRACIAS
#esgritos